¿Cómo aprendemos a relacionarnos en la infancia?
Cualquiera de nosotros, cuando nace, viene al mundo totalmente dependiente. Esperamos que nos cuiden y que nos den lo que nos hace falta (alimento, hábitos de sueño, higiene, protección y cariño). El poder vincularnos con las personas que nos cuidan es esencial para nosotros y parece que estamos genéticamente predispuestos para ello. Las investigaciones así lo dicen
Un concepto fundamental en este sentido es el de apego. Así, cuando hablamos de apego, hacemos referencia a tres elementos básicos:
Exploración del mundo para conocerlo
Desde pequeños nos vamos abriendo al mundo y a las experiencias que éste nos ofrece para conocerlo y aprender a funcionar en él. Esto implica que, en ocasiones, tendremos que hacer frente a los peligros y amenazas que nos vayamos encontrando en el camino, sin que eso signifique dejar de poner en práctica nuestra capacidad de exploración, pues ésta es fundamental para desarrollarnos de forma sana.
Conexión con el adulto
Frente a las amenazas antes mencionadas y, de forma natural, el niño vuelve a sus padres o cuidadores como fuente de seguridad y protección, siendo muy importante que éstos estén disponibles para que le hagan sentir que no está solo ante el peligro. En otras palabras, el pequeño necesita que el adulto le ayude a comprender el mundo y a saber qué hacer con las emociones y los estados internos que le suceden en este tipo de situaciones.
Autorregulación del adulto
Es importante que la persona que atiende las necesidades del niño tenga la capacidad de regularse a sí misma, es decir, de gestionar su propia ansiedad o cualquier otra emoción que pueda desbordarle, ya que si el adulto no sabe qué hacer con lo que le pasa en su interior, difícilmente va a saber qué hacer con las emociones que siente el niño.
Así, en función del tipo de relación que se establece entre el bebé y sus cuidadores, podemos hablar de estilos generales de apego, que influyen en cómo vamos relacionándonos a través de los años con los demás.
Los investigadores definen 3 estilos principales de apego.
Apego seguro
Se produce cuando el bebé siente que sus figuras de referencia o cuidadores le proporcionan protección, cariño y atención a sus demandas, satisfaciendo así sus principales necesidades. Estas figuras, a su vez, son capaces de regular sus propias emociones y de expresar lo que sienten y lo que quieren, lo que también es un modelo para el niño. De este modo, se hace posible que el pequeño empiece a generar un concepto positivo de sí mismo y de los demás, a sentirse seguro y capaz de explorar el mundo. Todo esto, además, se verá reflejado en el modo de relacionarse de ese bebé cuando se convierta en adulto.
Apego inseguro ambivalente o ansioso
Se produce cuando los cuidadores atienden de manera inestable las llamadas del bebé. Es decir, unas veces acuden a dar respuesta a sus demandas y otras no. Esta inconsistencia afecta al niño emocionalmente, impidiéndole generar expectativas de confianza en relación con sus figuras de apego y provocando en él inseguridad y temor a explorar el mundo. Además, la figura de referencia o cuidador, en este caso, no sabe regular su propia emoción ante el malestar del niño, de modo que niega ante sí mismo y ante el pequeño las emociones que éste manifiesta.
Apego inseguro evitativo
Se produce cuando los cuidadores atienden muy poco las señales del bebé, de manera que éste no se siente realmente protegido. Son niños que desarrollan una gran inseguridad y aprenden a controlar la expresión de sus sentimientos y necesidades por temor al rechazo o a no ser atendidos. La figura de apego, en este caso, tampoco sabe regularse a sí mismo y proyecta toda su ansiedad y estados internos sobre el niño, de manera que cuando está contenta le atiende, y cuando experimenta emociones negativas las vuelca sobre él, incluso esperando que sea el niño quien le calme.
Te dejamos este interesante vídeo sobre el apego.